LA GEMA ESCONDIDA: UN REFUGIO FRENTE AL PACÍFICO MEXICANO

El sonido del mar es lo primero que se escucha. No hay música, ni voces, ni prisa. Solo el rumor de las olas que acarician las rocas, el viento que se cuela entre las palmas y la luz que se desliza sobre las paredes de piedra. En ese silencio lleno de vida, surge La Gema Escondida, un refugio que parece suspendido entre el cielo y el océano, donde el tiempo no avanza, simplemente se diluye.

Llegar aquí es dejar atrás el mundo. La carretera serpentea por la costa hasta que, de pronto, el paisaje se abre y el azul infinito del Pacífico domina todo. Entonces, uno comprende que este no es un lugar cualquiera. Concebida por Alex Guidera y Larry Isaacson, La Gema Escondida nació del deseo de crear un santuario íntimo, un espacio donde la discreción fuera el mayor de los lujos y la hospitalidad tuviera alma.

La arquitectura, obra del estudio Terracosta, se integra con el entorno sin pretensiones. Las líneas son puras, los materiales —piedra, palma, madera de parota— dialogan con la naturaleza. En el interior, la mirada de Lorena Quintana y Andrea Maca da forma a un universo sereno y cálido. Bajo una palapa monumental —una de las más imponentes de Oaxaca—, conviven piezas artesanales creadas junto a talentos locales como Melissa Ávila (M.A. Estudia): textiles que respiran historia, cerámicas que cuentan el alma de la tierra.


Las cinco suites se abren hacia el mar, abrazando la luz y la brisa. En los jardines florecen bugambilias, cactus milenarios y el aroma salino del Pacífico. Todo está pensado para el descanso: un libro, una copa de vino, una conversación que se extiende al atardecer. En el jacuzzi frente al océano, el horizonte se convierte en espejo de calma.

La experiencia se completa con una gastronomía íntima, creada por chefs privados que reinterpretan los sabores oaxaqueños desde una mirada contemporánea. Cada plato es una historia: maíz, cacao, mezcal y fuego dialogan en una coreografía de texturas y recuerdos.


La Gema Escondida no es solo un destino: es un estado del alma. Un lugar donde la arquitectura se convierte en silencio, la hospitalidad en arte y la naturaleza en un refugio. Puerto Escondido guarda muchos secretos, pero ninguno tan sutil y extraordinario como este.

Fotos: cortesía.

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