Entre los campos verdes y los cielos cambiantes del norte de Francia, Alexandre Gauthier ha esculpido un universo donde la naturaleza y la gastronomía se funden en un mismo lenguaje. Nacido en Boulogne-sur-Mer en 1979, su trayectoria es una oda al instinto y a la tierra. Desde sus primeros pasos en los liceos hoteleros de Le Touquet y La Rochelle, Gauthier mostró una sensibilidad que iba más allá de la técnica: la búsqueda de un alma culinaria.
Tras formarse junto a maestros como Régis Marcon, Michel Roth y Olivier Brulard, en 2003 asumió el legado familiar y se convirtió en chef-propietario de La Grenouillère, una antigua posada en La Madelaine-sous-Montreuil. Lo que podría haber sido una historia de tradición se transformó, bajo su visión, en un manifiesto contemporáneo. Con la complicidad del arquitecto Patrick Bouchain, el lugar fue reinventado entre 2010 y 2011 como un santuario de acero y madera donde cada plato dialoga con la arquitectura, la luz y el silencio.
Las estrellas Michelin llegaron —la primera en 2008, la segunda en 2017—, pero el verdadero brillo de Gauthier está en su autenticidad. Su cocina no busca complacer, sino conmover: raíces, hojas, humo y mar se convierten en trazos poéticos de un paisaje que se sirve en plato. En 2012, Francia lo nombró Chevalier des Arts et des Lettres; en 2019, Officier. Ese mismo año abrió pieuX, una casa de huéspedes concebida como prolongación de su universo, y más tarde Grand’Place Café y Sur Mer, un restaurante de playa que celebra la simplicidad con el mismo rigor estético.
Miembro de Relais & Châteaux y de Les Grandes Tables du Monde, Alexandre Gauthier ha convertido Montreuil-sur-Mer en un destino espiritual para los amantes del sabor puro. En su mesa, la tradición francesa se reinventa: feroz, sincera y profundamente humana.
Fotos: Marie Pierre Morel | Papi aime Mamie | Jeanne Lozay
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