KENOZ: EL LEGADO AUSTRAL DEL CAVIAR ARTESANAL

Hay lujos que no se miden en brillo ni en ostentación, sino en la paciencia que requieren para existir. KENOZ es uno de ellos: un caviar que nace en el fin del mundo, al pie de la Cordillera de los Andes, donde las aguas del deshielo alimentan un ecosistema único y protegido.

En este rincón del sur de Chile, la familia Vial emprendió hace más de una década un desafío que parecía imposible: criar esturiones, peces ancestrales cuya existencia se remonta a millones de años. Allí, aislados de cualquier contaminación y exentos de antibióticos, los esturiones maduran lentamente, en un proceso que se cuenta no en meses, sino en décadas.

El resultado es un caviar de carácter irrepetible. Cada perla de KENOZ es testimonio de una espera cuidadosa, de manos expertas que extraen, limpian y salan con la técnica tradicional Malossol. Sus notas evocan frutos secos, mantequilla y ecos marinos, con matices que cambian con cada cosecha, como si la naturaleza misma firmara cada lote con su huella personal.

Pero KENOZ no solo habla de sabor. También encarna un compromiso con el futuro: sistemas de recirculación innovadores que reutilizan el 95% del agua, reducen el consumo de energía y convierten la sostenibilidad en un pilar de su filosofía.

La marca lleva en su ADN el espíritu de los Selknam, un pueblo originario de la Patagonia que veía en Kenos al creador del mundo. Ese legado inspira su identidad y la convierte en un homenaje a la vida, al origen y al respeto por la naturaleza.

Hoy, KENOZ se abre camino hacia paladares internacionales, llegando a México con ediciones limitadas de Beluga, Oscietra y Sevruga. Más que un producto, es una experiencia: el lujo del tiempo convertido en sabor.

Fotos: cortesía.

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